La costumbre española, adoptada en numerosos países de Latinoamérica, de tomar las uvas al ritmo de las 12 campanadas de la Nochevieja, para contribuir a la prosperidad y felicidad del Año Nuevo, va a cumplir un siglo.
La creencia popular sitúa el origen de esta tradición en 1909, cuando la extraordinaria cosecha de uvas de esa temporada llevó a los viticultores españoles a repartir el excedente y alentar el consumo para atraer la buena suerte.
Sin embargo, como suele pasar con las tradiciones, hay argumentos discrepantes.
La uva se fue incorporando de forma imparable a los festejos populares y espontáneos para despedir un año y recibir al siguiente en las plazas de los pueblos, donde se concentraban los vecinos para escuchar juntos las doce campanadas del reloj mas emblemático del lugar.
Madrid no fue una excepción y cuentan las crónicas que la Nochevieja de 1930 el mismísimo Alfonso XIII, abuelo del rey Juan Carlos I, se mezcló con los madrileños la noche de San Silvestre y recibió al nuevo año en la Puerta del Sol, en pleno centro de la capital de España.
Madrid no fue una excepción y cuentan las crónicas que la Nochevieja de 1930 el mismísimo Alfonso XIII, abuelo del rey Juan Carlos I, se mezcló con los madrileños la noche de San Silvestre y recibió al nuevo año en la Puerta del Sol, en pleno centro de la capital de España.
Una treintena de años después, y perfectamente arraigada la popular fiesta que se montaba bajo el reloj de la Puerta del Sol, llegó la bendición definitiva de la unión de hecho entre campanadas y uvas: el 31 de diciembre de 1962 Televisión Española comenzó a transmitir "las 12 campanadas".
Desde ese reloj, el paso de un año a otro dura en la actualidad 36 segundos y sesenta centésimas, tiempo para tomarse una a una las doce uvas, que en 1997 se les atragantaron a muchos españoles debido al ritmo frenético de las campanadas, que sonaron en sólo 17 segundos.
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